La semana pasó sin pena ni gloria, a parte de que la nena estuvo con conjuntivitis y algo de mocos y que comió peor si cabe...bueno, más bien, se dedicó a descomer, porque vomitó casi todas las veces que la dimos puré, en fin, para olvidar el tema comidas.
El fin de semana fue más o menos tranquilo, el sábado fuimos de compras, que el niño no tenía casi nada que ponerse de verano y esta pobre mamá no cabe en sus camisas para ir a la oficina. Y el domingo, a disfrutar del solillo, paseo tranquilo y parque.
Lo complicado estaba por llegar, la habíamos puesto las vacunas del año y el enfermerto nos avisó que a los 7 días aproximadamente la harían reacción y tendría fiebre, dicho y hecho, el lunes por la tarde empezó a subirla y ayer lo pasó fatal la pobrina mía. Si a eso le juntamos que en el equipo de futbol del niño habían organizado aprovechando el día de fiesta (por el día de Villalar) un partido, mamás vs niños, con una comida posterior ... pues la verdad, el día de fiesta se presentaba intenso.
Esto de que todo haya que hacerlo en manada no me acaba de convencer, pero bueno, a lo del partido me pareció que TENÍA que ir, pero ya la comida, como que no, lo de comer con mis hijos ya es bastante complicado en casa, con toda la logística, que si tomate frio o mahonesa o pimientos, para aderezar según haya de comida con el niño y dibus, cromitos y juguetitos varios para entretener a la nena y que no se entere de que está abriendo la boca, no soy tan valiente como para sacarlos de casa para comer, ¡aún no! además la nena con la fiebre no estaba para pasar el día fuera de casa, se quedó con papi, dormidita en sus brazos.
Como el último chandal que me compré se quedó en casa de mis padres, lo confieso, no soy mucho de hacer deporte.... me puse para la ocasión unas mayas negras, una camiseta negra que no dejara ver la tripilla que me ha quedado y un polar.
Llegamos y el entrenador estaba colocando a niños y mamás, se decidió que cada mamá ocupara el puesto homólogo de su hijo, nada de calentar, empezamos ¡así a lo loco! entre los niños estaban los que tenían miedo de atacar o de meter la pierna por el balón, no sé si por miedo a hacer daño a su mamá y los que como el mío estaban más motivados que nunca. Las mamás empezamos con mucho ánimo, pero al cabo de un par de carreras ya no podíamos ni con el alma, ¡cómo corren estos niños!
Ni que decir tiene que nos ganaron, entre nuestra escasa puntería y que la portera tenía demasiado buen corazón y cuando la lanzó un penalti su hijo, no se lo paró, quedamos 3-2, que no está nada mal.
Los papás hicieron fotos y se sorprendieron, creo que nos creían más patosas. Lo pasé muy bien, con ganas de repetir, a lo mejor hasta me convencen para animarnos a la comida la próxima vez... ¡nada que ver con la tarde amarga que pasé en el parque de bolas!
Mi madre dice que no voy a dejar de sorprenderla de lo que soy capaz de hacer por mis hijos: "tú jugando un partido de fútbol...me lo dicen y hubiera dicho que tú no jugabas" - me dijo. La verdad es que no me lo había planteado, sí, supongo que por mis dos trocitos de corazón soy capaz de cualquier cosa, hasta de jugar al fútbol.
2 comentarios :
Plas plas plas!!!
Me quito el sombrero.. a mi el deporte en manada me echa para atrás, no te digo nada si encima es fútbol.. Menos mal que lo que tengo es una niña y, creo que no me veré en esa tesitura de tener que enfundarme unas botas..
De verdad, te admiro mucho mucho!
Besos desde el sol del archipiélago!
Bueno...no cantes victoria tan pronto Violetazul, q igual te sale futbolera ;-)
Por cierto...no me ha llegado el sol :-( ha vuelto el invierno!!
Besos.
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